ENTRE ESTADOS. "Parte I"


       La Ciudad de Mérida, es reconocida por ser la principal localidad de los Andes Venezolanos, famosa por ostentar el teleférico más alto en el mundo y segundo más largo, cuenta con gran afluencia de turistas por año, posee un agradable clima y está colmada de hermosos paisaje, lugares patrimoniales e icónicos. Nací a 1 hora de la capital de Mérida, en una ciudad llamada El Vigía, que no se parece en nada a la capital.
   
    El Vigía, está ubicado en una encrucijada de carreteras que comunican con varios estados del país y la convierten en una ciudad donde convergen distintas idiosincrasias y es de gastronomía variada. Si alguna vez la visitas y tienes la suerte de que ese día llueva, presenciaras el más impetuoso, abundante y sonoro aguacero (lluvia muy fuerte) que puedas imaginar, pero ¡te advierto! también podrás sufrir alucinaciones o elevarse tu pulso cardíaco mientras tu cuerpo intenta autorregularse, es una ciudad altamente calurosa, recientemente se descubrió que producto de las fuertes temperaturas “algunas vacas están dando la leche en polvo” (broma). Allí viví algunos años, siendo aún muy niña nos mudamos a otra ciudad, donde nos radicaríamos por un tiempo hasta lograr consolidar los negocios de mi padre.
         
    Recuerdo el día de la mudanza, era un vehículo grande donde transportamos todo lo de nuestra casa, yo solo pensaba en que mis juguetes llegarán en perfectas condiciones. Fue un viaje de un poco más de 4 horas, al llegar al destino me asombre al ver una vieja y pequeña casa construida en medio de montañas más altas que la misma casa (imagina una U, la casa estaba en medio) ese montículo de tierra, que para mi eran enormes montañas, estaban cubiertas de monte, justo al lado izquierdo parándose frente a la casa había una cantidad de pinos gigantescos que se estremecían con el viento, hacía mucho frío y una densa neblina cubría todo el lugar. A mis ojos todo aquello parecía sacado del dibujo animado Heidi pero en una versión medio tenebrosa.

     Emprendimos nuevos retos de adaptación y paso a paso hicimos toda una vida, en este nuevo estado llamado Táchira, allí crecí rodeada de gente amable, sonriente, tranquila, solidaria y valiente. A partir de ese día como familia nunca retornamos a vivir en El Vigía, lo que posiblemente iba a ser un tiempo, se convirtió en nuestro lugar para siempre.

        A El Vigía solo íbamos de vacaciones, puentes de fines de semana y cada vez que existiera la mínima posibilidad, viajamos a estar con nuestros seres queridos. Del Táchira transcurrían 4 horas aproximadamente para poder llegar al caluroso Vigía, y aunque pasaba gran parte del viaje durmiendo, reconozco cada kilómetro del trayecto a la perfección ya que fueron 22 años de mi existencia recorriendo una y otra vez la misma ruta.
       El disco duro de mi memoria atesora como un archivo imborrable esos viajes y puedo rememorar cada paisaje que va cambiando conforme se avanza, el clima que le acompaña, los olores que caracterizaban sus pueblos y cada empanada que había en todas las paradas de bus. Al trayecto le correspondía una parada de 30 minutos para descansar e ir al baño, la decisión de donde sería la esperada parada, siempre era del señor conductor, básicamente se alternaban entre las siguientes:

BOCONÓ: De empanadas delgadas, el relleno era sabroso pero poquito, nunca tenían suficientes para todos los pasajeros, se ponían a freír cuando veían personas llegar y eso retrasaba demasiado causando que siempre alguno quedara sin comer. Su punto fuerte era que el establecimiento entero tenía aire acondicionado, incluido el baño, entrar allí era como encontrar un oasis en el desierto.

MOROTUTO: Sus empanadas eran las mejores, sus rellenos eran tan abundantes que rayaban en la exageración. Su salsa de ajo era tan potente que no había dentífrico que lograra doblegar su poder. Pero si estabas en la onda de evitar frituras la mejor opción estaba a unos 20 metros, un local donde vendían las mejores merengadas y batidos del mundo mundial, la de Zapote Rosado era mi preferida.

LA PALMITA: La más fea de todas, sentía escalofríos cuando paraban allí, las empanadas eran fatales, tanto que ni merecen ser descritas, lo peor eran los baños, no servían los pasadores de las puertas ni los bajantes del water. Pero como todo no puede ser tan malo, a unos 50 metros de esa parada había un quiosco que vendía agua de coco tan fría que te electrizaba el cuerpo y congelaba el cerebro. El señor que pelaba los cocos cuando veía a lo lejos a mi madre automáticamente sacaba 3 cocos de la hielera, ágilmente con un machete le quitaba parte de la corteza y le introducía un pitillo (sorbete/popote/pajilla). Tomar esa deliciosa, refrescante y fría agua debajo de un gran árbol de Almendrón era otro oasis.

ARTURO: Raramente paraba en ese lugar, cabe destacar que su especialidad era el pollo frito, aunque siempre compraba pastelitos de queso que eran mega deliciosos. El baño estaba al voltear del establecimiento y siempre en el camino encontrabas algo para entretenerte y corrías el riesgo de no escucha la bocina de llamada del bus.

     Tras la llamada del señor conductor tocando fuertemente su estridente bocina, uno a uno de los pasajeros subíamos al bus y siempre alguien exclamaba !FALTA UNO! ya saben en todo grupo siempre hay un distraído. Luego que el distraído se subiera, el chófer preguntaba ¿Quién falta? A lo que jocosamente alguien mas respondía ¡Que levante la mano quien se quedó!. ¡Eso siempre me causaba mucha risa!

     A grosso modo esas eran las paradas que realizaba el bus, pero si estabas en viaje y por mala suerte algún pasajero a mitad de camino decía “YO ME QUEDO EN LA FRÍA” todo lo anterior cambiaba, ya que el chófer aprovechaba que entraba a ese pueblo y decía “15 minutos de parada” y allí antepones tu vejiga antes que tu estómago. Entrar a La Fría siempre me causo rabia, primero su nombre es un gran sarcasmo, es un pueblo caluroso donde el frío no llegó ni de visita y por alguna extraña razón siempre retrasaba todo el viaje.

    A lo largo de esos 22 años entre estados escuche la más diversa listas de reproducción que puedan imaginar, amplié mis gustos musicales, perfeccione la capacidad para dormir en asientos incómodos, resistí caídas de puentes, protestas, cambios inesperados de la ruta, pelea entre pasajeros, contaminación del ambiente tras algún vómito, aumento de tarifas, avería del bus, esperas de trasbordo eternas y todo para siempre llegar al terruño familiar.

Esta historia continuará……………………





:::::::::::ZAPOTE ROSADO:::::::

¿Cómo lo llamas tu?












::::::::::EMPANADA VENEZOLANA::::::







Y Tu, ¿En donde elegirías hacer la parada?


Comentarios

  1. Felicitaciones Zukka¡ me gustó mucho como describirse todo¡¡

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  2. Segunda vez q lo leo y me sigue pareciendo interesante tu manera de describir cada detalle....

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    1. Gracias por tu visita nuevamente, me contenta que te guste.

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  3. Ecxcelente historia, me trasporté y hasta saboreé los platos y ví de nuevo los paisajes y recordé los olores, ese fruto se llama zapote y es rico con leche. Haría la parada en Morotuto, deberían pagarte la publicidad

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    1. Y tu me hiciste añorar un batido de Zapote🤤🤤🤤. Me alegra que la historia te traslade a esos lugares.. (hay que hacerle llegar esta historia al dueño del restaurante Mororuto 😅😂)

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